Encuentro interesante, en relación con el tema que se me propuso para la Jornada de esta noche, retornar a ciertos aspectos de los primeros párrafos del Acto de fundación con el que, el 21 de junio de 1964, Lacan funda la Escuela Francesa de Psicoanálisis para, a partir de allí plantear dos o tres puntos que hacen a lo que entiendo en cuanto a la función del más uno.
Un primer punto que quiero señalar es que Lacan resalta en este acto el elemento de la soledad, elemento que es propio del acto pero que en esta ocasión tiene como referente la causa psicoanalítica. "…tan solo como siempre lo estuve en mi relación con la causa psicoanalítica…",[1] son sus palabras y con ellas nos indica, es mi lectura, no solo su propia situación, sino el hecho de que la relación con la causa psicoanalítica es algo que cada uno sostiene en soledad.
A continuación, en 3 párrafos muy breves, instituye la Escuela como organismo para la realización de un trabajo que establece con precisión y al cual convoca tanto a quienes él ha formado como a todos aquellos que pueden poner a prueba lo bien fundado de esa formación. Es decir, si la relación con la causa analítica es algo marcado por la soledad, el trabajo al que convoca, "en el campo que Freud abrió",[2] no es sin otros. Es con aquellos que ha formado y también con otros para quienes ese trabajo esté en causa.
Una vez hecho esto, da un paso hacia aquello que, en cierto modo, es la causa final de que nos hayamos encontrado aquí, esta noche, en esta Primera Jornada de Carteles de la NEL-Guatemala. Lo que Lacan hace luego de establecer los objetivos de trabajo de la Escuela que funda, es instituir que dicho trabajo será el producto de "una elaboración sostenida en un pequeño grupo".[3] Vemos entonces que hay una línea que va de la soledad en la relación con la causa analítica, al trabajo de elaboración al interior de un grupo.
Pero Lacan está advertido y es conocedor de los efectos que los funcionamientos grupales introducen en las instituciones psicoanalíticas. Esto es palpable en la crítica decidida que hace especialmente a la Asociación Psicoanalítica Internacional, IPA, en múltiples aspectos relativos a la experiencia analítica, uno de ellos, el de la formación de los analistas. Es por ello que apenas caracteriza la composición numérica de estos grupos, señalando que serán entre 3 y 5 personas, y, cito "Más una encargada de la selección, de la discusión y de la salida que hay que reservar al trabajo de cada cual".[4] Es decir, es uno más, pero no es, estrictamente hablando, homogéneo a los otros integrantes. Lacan asigna a esta "una persona más" un "cargo de dirección"[5] que "no constituirá una parcela de poder". Y no es mucho más lo que Lacan señala en este momento para lo que corresponde a esta más una persona. Pero lo que queda claro es que lo que introduce tiene una finalidad precisa en cuanto a la regulación del efecto de grupo que de manera inevitable tenderá a surgir entre quienes así se reúnen a trabajar.
Si Lacan habla de este lugar en términos de un cargo de dirección, y lo hace luego de haber definido con precisión los propósitos del trabajo del organismo que es la Escuela, es posible inferir que de lo que se trata para el más uno es fundamentalmente de encarnar una función activa de trabajo que permita que el quehacer de ese grupo corresponda a un trabajo de Escuela y, en este sentido, que sea un trabajo de formación. Ambos, trabajo de Escuela y trabajo de formación, pueden verse interferidos por los efectos de grupo que tienden a producirse.
Guy Trobas, tomando como referente el esquema L de Lacan señala un aspecto que encuentro muy interesante con relación a la práctica del más uno. Dice que "Lo que se espera es la oscilación del eje A---S, conocido como antídoto a la intersubjetividad grupal representada por el eje a---a'".[6] Esto posibilita, entre otras cosas, que los sujetos del grupo no se universalicen, sino que puedan mantener la relación a su problema de investigación, lo que en ocasiones conduce a que aparezcan nuevas formas de subjetivación de la pregunta, que se expresan como un giro en la forma de la misma, que responde al movimiento general vivido en el cartel.
En relación con esto, otro elemento que quisiera puntuar, relativo a la función del más uno, es el hecho de que este se agrega al conjunto de los otros, cuando ya ellos se han juntado en torno a una temática o problemática que los convoca y los causa al trabajo. Esta temática es la que constituye el Uno del cartel y la función del más uno que se agrega al grupo, no sostiene el Uno del cartel, sino que, por el contrario, marca con su presencia activa la tendencia a la producción de un conjunto. En cierto sentido podríamos decir que acogiendo el Uno que el tema del cartel representa, trabaja para que el mismo no consista como aglutinante que impida, interfiera o que se erija como defensa contra lo que debe ser propiamente el trabajo de Escuela al que el cartel está llamado puesto que es esa la esencia para la cual fue propuesto. Se promueve entonces el trabajo singular, en una estructura que presenta una característica aparentemente paradojal: cada uno en el trabajo singular con su rasgo, pero no sin el trabajo con los otros. Nos encontramos entonces, de nuevo, con un movimiento que oscila entre la soledad (del trabajo de cada cartelizante) y el trabajo colectivo en torno al Uno de la temática del cartel.
El cartel es, entonces, un dispositivo de trabajo que hace obstáculo a la tendencia que, por efecto de la soledad del compromiso con la causa analítica y el peso que de alguna manera esto supone, puede llevar a los analistas a buscar refugio en el grupo. Y en relación con esto la función del más uno es esencial. Es poder mantener la adecuada dirección del grupo de trabajo que es el cartel, sin quedar atrapado en un lugar de liderazgo llamémoslo así, tradicional, que favorecería las identificaciones imaginarias propias del funcionamiento grupal.
Finalmente, quiero concluir mi intervención en torno a dos puntos: la función del más uno en la producción y la permutación. En cuanto a la producción, es evidente que el cartel se congrega en torno a un vacío de saber, que es para todos y al mismo tiempo para cada uno. El más uno no se exceptúa del trabajo con el grupo, en torno a su propio agujero, y al mismo tiempo ayuda al grupo y a cada uno a trabajar con aquello que, fundamentalmente por efectos imaginarios, hace obstáculo a la concreción del trabajo en un producto y puede operar como resistencia. De esta manera, poniendo de presente los impasses que se presentan, se hace posible destrabarlos y que cada uno en el grupo avance, en la medida de sus posibilidades y en acuerdo con su momento de formación hacia ese borde que, con respecto al vacío de saber, representa su producto. Uno de esos impasses es toca con el último punto al que haré referencia, que es el de la disolución del cartel y que abre a la permutación. El deseo inconsciente es el de instalarse en la comodidad del trabajo para prolongarlo, velando aspectos de lo real en juego. La elaboración del producto y, como lo vemos en concreto en esta Jornada, su presentación a la Escuela, permiten que la disolución se haga efectiva, no sin dolor, pero con la satisfacción del logro obtenido en el trabajo y que permite, en nuevas aperturas, que el cartel continúe siendo el dispositivo privilegiado de trabajo de la Escuela.
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